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MIS HISTORIAS

 

 Una recopilación de historias de géneros variados escritas en diferentes contextos.

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FALARIS

Gabo Fachinetti (Reto de Temperatura)

 Despertó tras varias horas de inconsciencia. La confusión y el mareo imposibilitaban el uso de razón y memoria. La oscuridad era casi absoluta, salvo por un pequeño destello de luz, una estrella en la lejanía, el lucero de los navegantes.

 Los murmullos ininteligibles del exterior acumulaban dudas en su interior, haciendo más confusa la situación, desesperando más el nerviosismo por la claustrofóbica idea de estar dentro de ese lugar. Tan pequeño, metálico y hundido en la penumbra.

 La asfixia se hacía presente, la falta de aire y el calor comenzaron a favorecer el hecho de que la cordura se deteriorase, consiguiendo la súplica a los cielos.

 Las voces anteriormente nombradas adquirieron un tono burlesco, acompañado de risas prolongadas de regocijo.

 Preso de su encierro y con la adrenalina de la impotencia, comenzó a recordar forzadamente la razón que lo llevó a estar envuelto en esta situación, justo cuando ya era demasiado tarde.

 El metal de su sarcófago empezó a arder, la carne se achicharraba en segundos que parecían horas. Las lágrimas de dolor y desesperación se convierten en alaridos desgarradores que, junto con las risas externas, orquestaban una sinfonía mórbida que atormentaba a los más débiles.

 La luz de ese orificio tan pequeño se apaga, la respiración desaparece, junto con todo el sufrimiento que se provocó en esos pocos segundos.  El pequeño calabozo se iluminó con la apertura de una pequeña puerta. Un soldado con armadura se acercó a ese lugar y contemplando el cuerpo sin vida y calcinado de un pobre diablo, dice…

—El toro ha dejado de mugir. Traigan al siguiente.

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La Verdadera Oscuridad

Gabo Fachinetti

«No sabes lo que es, hasta que lo ves» Repites constantemente dentro de tu cabeza. Intentas mantenerte cuerdo, sin pensar en lo que se viene, sin tener en cuenta la gravedad del asunto.

 La radio está encendida, transmitiendo noticias de lo que sucede en vivo y en directo, como si eso fuese algo que nos interesaría saber. El locutor no está, es una computadora que va comentando de forma electrónica el avance de la situación.—Urano, ha sido exterminado —La máquina actualiza la información.

 Muchas personas intentan aparentar ser escépticas, aunque ya todos saben lo que les espera. Cada vez sienten más calor, algunos hasta han llegado al punto de quitarse la vida, no quisieron ver las barbaridades que se avecinan.

 El planeta completo tiembla, un rugido proveniente de la nada misma se hace escuchar. Como la furia encarnada en algo demencial, algo que supera la realidad como la conocemos. Como si fuese tan sencillo sobrepasar la barrera de lo increíble.

—Saturno y Júpiter, exterminados.

 Todos miran hacia el cielo. Comienzas a notar como las facciones de los rostros de los presentes que te rodean comienzan a cambiar. El celeste del cielo resalta con mayor claridad a la bestia. Está detrás del sol. Una sombra rodea a la estrella, es colosal, es aterrador, es… El fin.

—Marte, exterminado —La radio culmina el seguimiento en vivo de la escalofriante verdad. Luego de eso, la transmisión llega a su punto final.

 Está en frente de todos, la sombra se hace más y más grande. La luz se apaga, el sol es devorado, pero en vez de caer en una era de hielo espontánea, es como si el mismo infierno se hubiese apoderado de la tierra.

Todos corren sin sentido, tú estás inmóvil, tus sentimientos se borran, es tanto el impacto que se fueron tus ganas de llorar, no sientes que eso fuese a solucionar algo.

 En la oscuridad, logras ver cómo es ese monstruo. Un anillo de fuego titánico, sus ojos son dos manchas pequeñas que oscilan de un lado al otro dentro de ese espiral. Su centro, un abismo infinito de penumbra total, de muerte y destrucción. Aprecias los bordes de su boca, solamente con mirar hacia los lados.}

 El calor se transforma en frío de inmediato, todo es consumido por una noche que durará por siempre. Ruidos indescriptibles recorren como ecos cada rincón de lo aún existente, pero se ahoga en los gritos de todas las personas que están a tu alrededor.

Los latidos se convierten en silencio puro en la definición exacta de nada. El oxígeno se extingue, pero rápidamente desapareces antes de asfixiarte, junto con todo lo que te rodea, con todo lo que una vez amaste, con toda esa vida que conociste.

La criatura continúa su ruta, alimentándose de todo lo que encuentra. Nada se escapa a su titánica boca circular envuelta en llamas, nada queda fuera de… La Verdadera Oscuridad.

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FÜCHTIG (PRÓFUGO)

 Dios santo, llevo corriendo más de una hora y estos tipos no se cansan. Desearía que esto terminara, pero parece complicarse aún más a medida que las semanas pasan. Le dije a mi hermana, es mala idea visitar este país, no se está viviendo una época muy agradable. Pero… su forma de ser tan terca tuvo la facilidad para convencerme.

—¡¡Sergeant, fang ihn auf!! —se escucha una voz ronca surcar la arboleda.

Mis piernas se fatigan, pero mi miedo puede anestesiar ese dolor. El ladrido de los perros se hace presente y ya se me acaban los métodos para salir airoso de esta persecución.

 Los árboles cubren mi visibilidad, tengo algo a favor, por lo menos. Pero el olfato de los canes será mi perdición.

 ¡Una cabaña! Cómo una plegaria cumplida, gracias Dios. Aquí podré resguardarme, por lo menos hasta que sigan su camino buscando la nada misma. Qué cálido está, la chimenea está encendida.

—¡Hören sie mal!, ¿was machst du in meinem Haus? —grita un hombre sosteniendo una escopeta.

—Señor, disculpe por irrumpir en su hogar, necesito resguardo por unos minutos, luego me iré.

—¿Qué hace con ese pijama?, ¡Usted se ha escapado! Salga de mi casa ¡ahora!

—Señor, por favor, soy inocente, este pijama es un error, mire mi símbolo, es un triángulo azul, simple. No soy un criminal.

Este hombre no para de apuntarme, tengo el presentimiento de que me va a matar si no hago algo rápido. Debo aprovechar cualquier oportunidad.

—¡Oh no, ya están aquí! —el hombre se gira levemente tras el engaño.

 Me abalanzo sobre el y con un movimiento un tanto extraño logro despojarlo de su arma. El, como si fuese la persona más valiente, o tonta del mundo, intenta hacer lo mismo, pero algo sale mal. El gatillo se acciona, esparciendo todo el contenido de su cabeza por el techo.

 ¿Y ahora Qué hago? El estruendo debe de haber sido suficiente como para llamar la atención de los soldados. Debo improvisar, pero… ¿Cómo?

 Dios, ¡no! Están golpeando la puerta.

—Disculpe señor, oímos el estruendo de una arma de fuego ¿Tiene idea de que puede haber sucedido? —interroga el soldado.

—Un preso se metió a mi casa, quiso esconderse pero me vi obligado a dispararle cuando vi sus intenciones de lastimarme.

—Señores, lleven el cuerpo —dice mientras dos hombres uniformados lo levantan para subirlo a una carretilla.

—Espero no haber hecho nada de lo que estén opuestos caballeros, no deseo ofender al Führer.


 La mirada frívola del sargento se enfoca en mis ojos, un escalofrío recorre mi espina y se retiran sin decir más nada. Esa esvástica tan diabólica como prendedor desata el nerviosismo en mi ser, pero ya estoy a salvo.

 Me sirvió de milagro el poco vocabulario alemán que tengo, aparte de esta ropa de campesino. También agradezco la poca memoria que tienen para no reconocer a los que se encuentran en el campo de concentración. Ahora a cambiarme y a seguir mi camino, sigo siendo un blanco fácil.

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INVERSIÓN 

Día 422 después de la inversión:

 Sigo sin entender porque sigo escribiendo en este cuaderno, tengo el presentimiento de que nunca volveremos a tener una vida normal. Ya pasaron cuatrocientos veintidós días desde que el núcleo de la tierra se invirtió y el campo gravitacional comenzó a expulsarnos hacia la nada misma. Casi toda la población terrestre desapareció. Los mares quedaron secos y se convirtieron en abismos que, con solo verlos, te hielan la sangre. He podido criar un poco de ganado dentro de uno de los tinglados que pueden sostener el peso de los mismos, pero mis ganas desaparecen conforme los días pasan. La vegetación existente se mantiene viva gracias a las napas que aún almacenan agua, espero poder sobrevivir con eso.

Día 428:

 Una señal de esperanza llegó a mi comunicador. Una expedición saldrá mañana por la noche hacia el centro de la tierra. Por lo que escuché, han descubierto la forma de reactivar la funcionalidad normal del núcleo terrestre mediante una máquina a base de energía nuclear. Si, parece ficción, es por eso que intento mantener mis ilusiones a raya.

Día 430:

 Al fin pude hacer un puente hasta el molino. Veía hacia el cielo y temía por mi propia vida al ver que lo que antes estaba “sobre” nosotros se había convertido en un vacío del que seguro, nunca regresaría. Sobre la expedición, anoche emprendieron viaje, con un fin, una esperanza viva de retomar una vida perdida.

Día 487:

 Un nudo en mi garganta apareció. Ví a lo lejos como los edificios de la ciudad eran expulsados de la tierra. En mi cabeza se manifestaban los gritos que no escuché, pero sin embargo imaginé, de la gente que de seguro estaba en ellos. Solo podía limitarme a pensar cuándo sería mi turno.

Día 512:

 Parte del techo del tinglado desapareció. Un estruendo me despertó y me encontré con que gran cantidad del ganado que estaba criando fue víctima de la gravedad. Mis intentos por mantener la cordura están siendo cada vez más inútiles.

Día 519:

 Hace tres meses que la expedición emprendió su viaje hasta el núcleo y no se sabe más nada. Tenía el presentimiento de que no debía ilusionarme con algo tan descabellado cómo invertir artificialmente el campo gravitacional de la tierra. Esto sinceramente me hizo replantear mi ideología religiosa, aceptando que ya es hora de que nos vayamos de aquí, es tiempo de desaparecer y dejar de causar los estragos que, hace años venimos ocasionando.

Día 586:

 Estuve luchando con mi conciencia, evitando cana insinuación de tirarme al vacío o acabar con todo dentro de este coloso de metal. No puedo pensar en otra cosa. Mis amigos, mi familia, todos han muerto, literalmente son parte del cielo. Ya no hay nada afuera, o por lo menos eso creo. Debo ser uno de los pocos que se las ha arreglado por sobrevivir tanto tiempo y sin una recompensa. Me siento solo, y no se cuanto tiempo más pasará hasta que termine por volverme loco gracias a la depresión que se avecina.

Día 614:

 Desperté con un dolor de cabeza increíble, una oveja lamía mi rostro, eso abrió mis ojos. Si, estaba tirado en el piso. Al principio intuía que se trataba de un simple sueño ocasionado por la corta esperanza que aún tenía guardada, pero no, era real. Me asome por la entrada del tinglado, mi miedo se manifestó como si todo fuese desconocido. Todo es normal nuevamente, y debe ser por la costumbre que estoy todavía escribiendo en este cuaderno, expresando mi alegría.
El comunicador notificó que varios trabajadores perdieron la vida en el viaje, y que nos mantendrían al tanto del funcionamiento del núcleo terrestre. Su funcionamiento es inestable, por ende, guardaré este diario. Es probable que aún lo necesite.

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COMO LA BELLA Y LA BESTIA

 De niña siempre escuche historias, esas que los habitantes de la aldea relataban sobre una bestia que habitaba en las profundidades del bosque de los susurros. Lo llamaban, “El demonio de Kohkan. Un ser abominable que devoraba a todo aquel que quisiera entrar en su territorio.

 

 Los aldeanos eran respetuosos con esta leyenda, y en caso de ser verdad, no pretendían molestar a dicho ente. Pero todo cambió cuando un pastor lo acusó ciegamente cuando su rebaño de ovejas comenzó a desaparecer a medida que los días transcurrían.

 

 Mi madre hacia oídos sordos a estas personas, aferrándose a que las anécdotas inventadas solo estaban hechas para llamar la atención y hacer crecer el rumor de una criatura, para ella inexistente. Aun manteniendo esa actitud de incredulidad, ella me advertía que visitar esa zona era peligroso por los animales salvajes que allí habitaban. El peligro era de todas maneras inminente y abundaba en cada rincón de ese lugar.

 

 Eso no me asustó. Siendo la menor de tres hermanos, tenía una personalidad totalmente curiosa y justamente eso fue el motivo por el cual decidí averiguar si las creencias de mi aldea eran ciertas.

 

 Estaba confiada. Desde pequeña demostré ser superior en velocidad y fuerza que todos los jóvenes que participaban en pruebas de destreza para ser elegidos como parte de la guardia. Mis habilidades podían impedir que cualquier cosa me haga daño.

 

 De noche, cuando todos sucumbían ante su sueño, tomé el arco y la aljaba que mi tío me regalo para poder practicar tiro al blanco y me dispuse a transitar el camino de las colinas, desde allí, los arboles del bosque adornaban un paisaje hermoso, pero sombrío por sus secretos.

 

 Una gota de sudor zigzagueaba por mi rostro, los nervios comenzaban a aflorar, pero no eran una razón como para detenerme, ya no había marcha atrás.

 

 Con cada paso, el ambiente se volvía cada vez más y más pesado, la oscuridad predominaba y la luz de la luna se convertía lentamente en un triste destello que desaparecía entre las hojas de los gigantes de madera. El frio era intenso, de eso no me olvido, tanto como para hacer que mi abrigo de cuero fuese completamente inútil ante las brisas heladas.

 

 El tiempo se congeló, no se cuánto duró la caminata dentro del frondoso bosque. El ruido que las hojas hacían al ser pisadas por los animales, constantemente causaba una confusión en mis sentidos. El rugido de un felino gigante me tomó por sorpresa. Mis manos tomaron la iniciativa y rápidamente tomaron una flecha de la aljaba, la puse en su lugar. Su presencia a pocos metros de mí despertó un instinto de supervivencia del cual no tenía la más mínima idea que guardaba. La adrenalina enfocó mi sentido auditivo en mi objetivo. La pluma al final de mi flecha acariciaba mi mano, todo a mí alrededor quedó en completo silencio. Apunté hacia la mismísima nada y dejé escapar la saeta.

 

 Un alarido viajó entre los árboles, mi desesperación de no estar al tanto de la cantidad de criaturas que podían llegar tras el grito de sufrimiento de ese animal era incontrolable.

 

 Nuevamente la adrenalina hizo su aparición, agudizando mis sentidos. Los sonidos se hacían más fuertes, podía detectar movimiento a varios metros de distancia. Podría decirse que llegue hasta el punto de poder ver siluetas en la oscuridad sin necesidad de tener cerca una fuente de luz.

 

 Un número incontable de pisadas se dirigía hacia mí. Preparé otra flecha y me dispuse a esperar mi destino, lamentando desobedecer a mi madre, quien solo quería cuidarme de este maldito bosque. Las criaturas aparecían de la nada, mi arco apuntaba de aquí hacia allá, disparando a la inmensa oscuridad. La madera se partió. Mis puños eran las siguientes armas de defensa, impactando con los cuerpos invisibles de esas fieras que solo deseaban alimentarse de mí. Ni yo creía de lo que era capaz mi cuerpo.

 

 Un dolor insoportable recorrió desde mi muñeca hacia todo mí ser. Algo mordió con todas sus fuerzas en mi brazo, derribándome. Resignada, esperando el golpe de gracia, ya habiendo aceptado el destino que la vida depararía, cerré mis ojos.

 

 Un rugido, un golpe, un gemido y luego… silencio. La cosa que estaba sobre mí, desapareció. Una figura humana, más robusta que los campeones de la aldea, se alzó ante mí persona. Sus movimientos eran rápidos y precisos. Los alaridos de las bestias caían como saco en el suelo, la sangre contrastaba con el marrón natural de los arboles cercanos.

 

 «El Demonio de Kohkan» mi mente sabía exactamente lo que mis ojos contemplaban, el… era real. Cuando la masacre culminó, este se acercó a mi posición. No parecía amenazante. Su nariz comenzó a olfatear mi cuerpo, un sonido de sorpresa se alcanzó a escuchar. Se alejó un poco, me miró por última vez y finalmente, desapareció.

 

 Herida y sin aliento, regresé a mi hogar. Mi madre deambulaba dentro de la casa de un lado a otro sin parar, asustada por mi ausencia. Entré solo para recibir regaños por la estúpida idea de ir al bosque. Ella no paraba de gritar, pero todo enmudeció al momento de comentar mi experiencia con el demonio.

 

 Sin titubear y aceptando que este día llegaría, decidió contarme sinceramente toda la historia relacionada a este ente desconocido. Recuerdo sus palabras, letra por letra.

 

 “Tu fuerza y tu agilidad no son normales, lo saber perfectamente, pero tiene una explicación completamente lógica. A diferencia de tus hermanos, tú no compartes el mismo linaje paternal, su sangre. Te contaré una historia para que puedas entender con mayor claridad y todas tus dudas desaparezcan. Parece para niños, pero no lo es… “La Bella y la Bestia”.

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FUEGO Y PASIÓN

  Aún recuerdo la suavidad de esas manos, delicadas como caricias de algodón. Su perfume inundaba el cuarto mientras que el sabor de sus labios tenían rastros de un caramelo que acababa de comer.

 La noche fue perfecta, pero no del tipo película romántica. La normalidad se hacía deliciosa conforme los minutos pasaban. Ella dejó ver sus hombros mientras me miraba con esas gemas preciosas de color verde. Podía ver su inocencia y su poca experiencia, era notable a distancias intransitables. Su cuello, con esa piel clara, podía hipnotizar mis deseos, atrayendo mi ser hacia un agujero negro de pasión desenfrenada.

 El tacto entre nosotros era imposible de detener, el impacto de dos seres que buscaban lo mismo, en el mismo lugar. Su mano se apoyó sobre mi cabeza de manera dulce, no hizo falta palabras para entender que es lo que deseaba en su interior.

 Bajé hasta ese infinito de sensaciones múltiples, donde mis labios y lengua danzaron juntos a la par. Cada rincón, cada pared, cada punto de placer fueron víctimas de mi saliva, de los movimientos internos que mi boca tuvo el placer de provocar.

 El fuego se desató, su paciencia se agotó y el infierno me llamó a ser parte de un mundo en el que solo estábamos nosotros, ardiendo como brasas en un simple colchón.

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ALGO QUE SIMPLEMENTE PASÓ

 La ciudad en pleno bullicio, contaminación auditiva por doquier, sumida en esa rutina amarga de cumplir con horarios cargados de fatiga, descontento y falta de tiempo. La monotonía pasa como los coches por la avenida, sin parar, sin tener cuidado de lo que puede cruzarse por frente de uno.

 Camino por la acera, de lado a lado, esperando el bus que me lleve una vez más a casa para poder ir a descansar de un largo y agotador día laboral. Mi mujer me espera, mi niña desea ver a su papá luego de estar fuera por horas. Una vez arriba, veo las mismas expresiones en las caras de los desconocidos que cruzo en el viaje. Esos gestos grotescos de cansancio forman parte de un cuadro tan triste que dan ganas de quemar el lienzo; de esos que te genera repudio verlos.

 Ese dolido transeúnte que decidió sacar a pasear a su perro no se dio cuenta de que ha pisado mierda, dejando huellas de desechos de animal por todo su caminar. Los que ven la escena ni se molestan en reír, están cansados de un largo día en la universidad, se nota en su manera de andar y sus caras de decepción; de seguro la carrera no es lo que imaginaron.  Cada persona es un mundo; un libro abierto de pereza para todo.

 Esa mujer gritando, de seguro alguien robo su cartera. Acaso, unos malhechores en motocicleta fueron los descorazonados. Claro, esa sería una teoría acertada, si no fuese porque la mujer mira hacia arriba. Seguido de esto, una seguidilla de gritos ahogan al motor del bus, que por cosas del destino, se estrella contra el vehículo que va delante de él.

 ¿Qué sucede? La tranquilidad se ha roto repentinamente. La gente huye de algo invisible. Mi mareo hace que me percate de casi nada.

 La luz solar desaparece. Mi corazón late a revoluciones imposibles. Lo desconocido entumece mis músculos en un escalofrió que congela todo a su paso. El aire cambia; ventiscas tumban a cada ser vivo que corre por su vida.

 Algo sucede, pero… ¿Qué…?

 Mis manos se apoyan en el césped, mi cabeza decide levantarse y mirar hacia el origen de todo, pero mis ojos no desean estar abiertos para observarlo.

 Un… ¡Ave!

 Sí, un plumífero de proporciones titánicas surca los cielos. Aparenta estar a una distancia cercana, pero no. Ni siquiera parece que estuviera dentro de la estratosfera.

 Su lenta velocidad, hace que el martirio de ver esto parezca una eternidad. Tengo miedo, tanto que mis alaridos lastiman mi garganta. Mientras esa cosa se aleja, los llanos se entremezclan los choques de automóviles que escapan de una realidad que supera con creces a la ficción.

 Tengo la sensación de que algo está por venir, lo siento. Quizás la monotonía del día a día no era tan mala después de todo. Sin pasar siquiera minutos, ya imagino las portadas de diarios y revistas; las noticias en canales de televisión habidos y por haber. No creo que el globo en el que vivimos deje pasar esto; tal vez tampoco, el gobierno; trate de esconder algo tan grande con sartas de mentiras. Nadie creerá que esto fue algo que simplemente pasó.

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